martes, 2 de diciembre de 2008

JESÚS MONZÓN, LA OVEJA ROJA

CALENDARIO REPUBLICANO
Olite, diciembre de 1935

En todas familias hay un garbanzo negro o una oveja un poco oscura. Al ilustre y conservador médico tafallés Arturo Monzón Jiménez, con calle principal hoy dedicada en la ciudad del Cidacos, el “corderico” de su sobrino le salió del color más rojo. Tan colorado era el mozo que aquel 25 de diciembre de 1935 se disponía a ofrecer un mitin en la Casa del Pueblo de Olite, donde un grupo de ugetistas daba los primeros pasos para crear el PC local en pleno día de Navidad.
En pocos años el protagonista del mitin de Olite, Jesús Monzón Repáraz, se había convertido en el principal líder comunistas navarro. De familia acomodada procedente de Marcilla, aquel joven que trabajaba en el departamento de Montes de la Diputación había decidido poner toda la carne en el asador para propalar la revolución social en una época convulsa.
El padre de Jesús, Cipriano, había sido un hombre de orden. Junto a Manuel Aranzadi del PNV, se presentó en Pamplona a las elecciones municipales de 1911 e incluso fue presidente de la primera junta del Iruña Buru Batzar. En fin, que nada hacía suponer que el joven Jesús acabara dando mítines por los pueblos o, como hizo también, asaltando a punta de pistola el Palacio de la Diputación para reclamar la dimisión de la Gestora que la gobernaba.
Abogado y funcionario foral, Jesús Monzón Repáraz (Pamplona, 1909-1973) fue miembro del Partido Comunista desde que se implantó la República y ya en 1934 era su principal dirigente. Tanto que, en febrero de 1936, fue el candidato comunista a Cortes por el Frente Popular Navarro.
La organización del PC era minúscula en Navarra. Los militantes apenas llegaban al centenar y solamente había células en algunos pueblos, entre ellos varios de la Comarca como Murillo el Fruto, Carcastillo, Caparroso u Olite.
Tras el golpe de estado de julio de 1936, Monzón fue arrestado en Pamplona. Salvó el pellejo gracias a su amistad personal con miembros de la derecha local. Uno de sus compañeros de trabajo en la Diputación, de credo carlista, actuó por su cuenta y consiguió canjearle por unos prisioneros facciosos detenidos en Gipuzkoa. Después, la Junta de Guerra Carlista se enteró de su liberación y ordenó el fusilamiento del intermediario, muerte de la que no se enteró nadie hasta que acabada la guerra su esposa publicó una esquela en “El Pensamiento Navarro”.
Mientras, Jesús Monzón siguió su senda fuera de Navarra, como redescubrió el periodista Manuel Martorell en la biografía inédita del dirigente publicada por Pamiela. Monzón dirigió el PC de Euskadi hasta la caída de Bilbao en junio de 1937. Fue presidente de la Diputación de Navarra en el exilio y fiscal del Tribunal Popular de Gobierno Vasco.
Mientras el régimen republicano aguantaba la envestida golpista, el pamplonés de raíces marcillesas todavía fue nombrado gobernador civil de Alicante y Cuenca. En marzo de 1939 escapó al exilio argelino en el mismo avión que La Pasionaria.
El navarro, una vez que se instaló en el sur de Francia, preparó la mayor invasión de guerrilleros maquis de la historia. En el otoño de 1944 la incursión fallida penetró en la Península por el valle de Arán. Pero su ascendente dentro del PC se torció cuando se enfrentó a Santiago Carrillo y otros dirigentes comunistas que discrepaban de su estrategia para acabar con Franco.
Detenido en España en 1945, fue sentenciado a muerte lo que, posiblemente, le libró de una pena similar a la que le habrían condenado sus camaradas más ortodoxos. Monzón se convirtió así en un traidor. Sobrevivió aislado de sus compañeros de penal.
Al final la pena máxima fue conmutada por 30 años de cárcel. Tras cumplir once en prisión salió para exiliarse en México. En 1970 regresó y, defenestrado del PCE, se dedicó a la docencia hasta que en octubre 1973 un cáncer de pulmón le llevó, definitivamente, a una discreta tumba del cementerio de Pamplona.